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Más allá de la ducha: siete escenas para admirar el genio de Hitchcock

Alfred Hitchcock en el rodaje de Los pájaros (1963) ® UNIVERSAL PICTURES

Francesc Miró

Parece extraño que, hasta hoy, nadie en nuestro país se hubiese planteado realizar una exposición de tamaño y rigor sobre una figura tan fundamental del séptimo arte como Alfred Hitchcock. Y eso que estamos hablando de uno de los cineastas más influyentes del siglo XX. Ahora, la exposición Hitchcock, más allá del suspense recorre las claves estéticas y temáticas del maestro en 800 metros en los que cabe de todo. 

La muestra se puede visitar en la tercera planta del Espacio Fundación Telefónica de Madrid (C/ Fuencarral, 3), desde el pasado día 5 de octubre y hasta el próximo mes de febrero. La exposición acoge desde un somero repaso a su biografía y filmografía, hasta una mirada particular a los aspectos técnicos del director y los trucos con los que engañaba al espectador. También recorre las distintas diatribas presentes en sus films sobre el contexto artístico, arquitéctonico y cultural de su época, o incluso al lenguaje del mundo de la moda. Todo ello conforma una llamativa visión panorámica del maestro, un paseo que transmite esa sensación de querer más.

Para eso están sus casi sesenta películas que nos han dejado escenas míticas, como el asesinato de Janet Leigh en la ducha o la carrera Cary Grant escapando del avión, pero también algunas no tan conocidas.

En este vídeo, siete ejemplos de genio encapsulado que posteriormente desgranamos uno a uno.

EDICIÓN DE VÍDEO: David Conde

A sillazo limpio (El hombre que sabía demasiado)

El hombre que sabía demasiadoLa comedia slapstick propia del cine mudo ya nos había dejado obras maestras e iba perdiendo protagonismo paulatinamente. Justo entonces, el maestro del suspense tenía la oportunidad de rodar una escena violenta y crear un clímax de tensión, pero en lugar de eso la convirtió en un homenaje a la comedia de golpe y porrazo tan hilarante como divertido. Peter Lorre hacía apenas tres años que se había hecho eterno con su personaje en M, el vampiro de Düsseldorf y aquí, ponía en grave aprieto a un pobre Leslie Banks que tenía que liarse a romper sillas en las cabezas de la gente.

Una bomba en un autobús (Sabotaje)

SabotajeHitchcock era de hablar primero y de no pedir perdón después. Así que cuando hizo célebre un consejo con tan mala baba como “nunca trabajes con niños, con animales o con Charles Laughton”, en realidad tampoco se lo creía a pies juntillas. Tanto es así que después de haber hecho las populares 39 Escalones y la primera El hombre que sabía demasiado, grabó una magistral escena de suspense que implicaba justamente a un niño y a un perro. Por suerte Charles Laughton no apareció.

El vaso de leche símbolo del mal (Sospecha)

SospechaPasó a la historia como el primer encuentro entre Cary Grant y Alfred Hitchcock. Actor y director trabajarían juntos en numerosas ocasiones a partir de entonces, pero para su primer contacto Hitchcock le puso en la piel de un posible asesino de bellas mujeres como Joan Fontaine. Especialista en convertir anodinos y cotidianos objetos en posibles armas de matar, el director construyó una genial escena de suspense gracias a un luz dentro de un vaso de leche y el rostro de Grant en total oscuridad.

El inocente gesto podía estar envenenado y era la actriz que había sido Rebeca la que iba a pagar el interrogante. Si lo estaba o no lo lo desvelaremos, pero sí recordaremos que gracias a este papel, Fontaine se hizo con el Oscar a Mejor Actriz, el único que una mujer recibió trabajando con Hitchcok.

El sueño de Dalí (Recuerda)

RecuerdaSeguramente nos cueste imaginar como sería una conversación entre Alfred Hitchcock y Salvador Dalí, pero lo cierto es que a mediados de los cuarenta el maestro del suspense hizo una llamada al pintor surrealista y quién sabe de qué hablaron.

Por aquel entonces se encontraba fascinado por el mundo del psicoanálisis y pensó que si tenía que recrear los sueños de una mente perturbada, el artista de Figueras era el talento perfecto. Así las cosas, Dalí creó estructuras y decorados que dieron para más de veinte minutos de metraje. La mala suerte quiso que se quedasen en tres, pero son minutos que constituyen una de las mejores escenas oníricas de la historia del cine. 

Un cadáver bucólico (Pero... ¿quién mató a Harry?)

Pero... ¿quién mató a Harry?Los idílicos paisajes de Vermont eran el escenario de esta comedia de enredo con un muerto, una mujer soltera, un pintor abstracto y un niño juguetón. Menospreciada en su momento, este pequeño filme del maestro esconde no sólo algunos de los diálogos más geniales de su carrera, sino también escenas de un dominio del ritmo y la vuelta de tuerca que no chirría magistrales. La prueba, los múltiples entierros y desentierros que sufre el cadáver de un desconocido que un día de otoño descubre un inocente niño jugando con su pistola de juguete. 

Terminar con la cabeza en el horno (Cortina rasgada)

Cortina rasgadaPuede que el asesinato más famoso rodado por el maestro del suspense sea el de Psicosis, y el más horripilante el de la corbata en el cuello de Frenesí. Pero este debería ir directamente en la tercera posición de cualquier podio.

La violencia física luchaba por su presencia contra la latente disyuntiva entre deseo y culpabilidad, algo presente en el discurso típicamente hitchcockiano .

Pero a veces, la primera ganaba terreno a la segunda por su espectacularidad. La prueba, este macabro asesinato, seguramente el más descarnado de cuantos había hecho. Quería transmitir la dificultad física de acabar con un ser humano y para ello dedicó estos escalofriantes minutos que aún hoy ponen la piel de gallina.

Persecución y modernidad (La trama)

La tramaOtra de las especialidades de Hitchcock era el juego de persecuciones, cuyo culmen sería la conducción de un borracho Cary Grant en Con la muerte a los talones, también absolutamente genial. Sin olvidar tampoco la escena del autobús. No obstante, es difícil no mencionar la que nos ocupa por su proeza técnica. El nerviosismo latente en cada frame se convierte en locura hasta un punto de no retorno demencial. Y todo con un volante en la mano. Una de las persecuciones más modernas del cine de los setenta.

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