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El valor del Primero de Mayo

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No se trata, cada Primero de Mayo, de recordar cuáles son los asuntos pendientes, los logros alcanzados o analizar la actualidad política, social y laboral del momento, que también. Se trata a mi juicio de hacer presentes cada año los anhelos de justicia, libertad y solidaridad universal que alumbraron el movimiento sindical y su celebración el primero de mayo. Sí, del movimiento sindical, porque lo de día internacional de los trabajadores sin considerar el modo en que se organizan, sus objetivos y los ideales que persiguen parece casi tan paternalista y condescendiente como llamarle día de San José Obrero.

El derecho a sindicarse libremente, el derecho a la huelga, a la representación democrática de los trabajadores, a la negociación colectiva o al diálogo social son instrumentos imprescindibles en la consecución de los avances en las condiciones de trabajo que se han ido conquistando en siglo y medio de movimiento sindical organizado. Pero todos esos derechos instrumentales también ha sido necesario disputarlos mediante la acción política. Solo durante el breve tiempo que duró la Segunda República y desde la Constitución española del 78, tras la muerte del dictador, los españoles y las españolas hemos disfrutado en libertad de tales derechos.

La jornada laboral de 8 horas ha quedado para la historia como la reivindicación que dio lugar a la huelga y su brutal represión en Chicago en 1886, y el Primero de Mayo como el día en que se conmemoran tales sucesos; pero más allá de la demanda concreta, aquellos eran tiempos en los que la dignidad del trabajo y de quienes lo llevaban a cabo eran la verdadera reivindicación. Hombres y mujeres que perseguían el reconocimiento de su condición como ciudadanos de pleno derecho, iguales y libres, y por ello merecedores de ser tratados con los mismos criterios de justicia que de tales principios se derivan.

Hoy, en España, salimos este Primero de Mayo por el pleno empleo, por una menor jornada y por mejores salarios, sabiendo que para la consecución de estos objetivos es imprescindible una mejora de nuestro modelo productivo que incorpore a nuestra producción de bienes y servicios mayor valor añadido mediante la innovación, la investigación y la inversión. Conocedores de que nuestras oportunidades crecen en una Europa unida que solo de este modo será capaz de hacer frente a los desafíos que representan gigantes como EEUU o China que han superado nuestra secular ventaja científica y tecnológica y, que de este modo, ponen en peligro el bagaje de derechos democráticos, libertades y justicia social que constituyen el Estado de bienestar. Porque sin pleno empleo, sin buenas condiciones de trabajo, sin mejores salarios y sin todo aquello que lo hace posible, los cantos de sirena del nacionalismo y el autoritarismo serán cada vez más percibidos como la respuesta o la protesta adecuada ante un sistema incapaz de mantener los estándares de bienestar y protección, que sacará provecho espurio de los temores y amenazas crecientes, y que nos llevará a la decadencia, la insignificancia y la subordinación de la que prometen alejarnos, pero a la que irremisiblemente nos abocan.

Por eso este Primero de Mayo, a las puertas de unas elecciones europeas, ha de servir también para llamar a la participación democrática de las trabajadoras y trabajadores en defensa de una Europa más unida, más solidaria y más firme en la defensa de sus principios y valores.

Hemos conseguido llevar el SMI a 1.134€, reducir la temporalidad en el empleo desde el 30% al 14% tras la reforma laboral pactada, recuperar el poder adquisitivo de las pensiones y eliminar el factor de sostenibilidad que amenazaba con reducir su cuantía en la medida en que aumentaba la esperanza de vida, crear el Ingreso Mínimo Vital como un nuevo derecho en nuestro sistema de protección, llevar el número de cotizantes a la Seguridad Social hasta el record de los 21 millones y todo ello atravesando una pandemia y una guerra en el corazón de Europa que ha provocado inflaciones no conocidas en los últimos 30 años. Lo hemos hecho reduciendo el déficit y la deuda pública, con mayor crecimiento gracias a la protección social y a la inversión pública sosteniendo las rentas, la demanda y creando nuevas oportunidades que mejoran la competitividad de nuestra economía.

No lo hemos hecho solos, claro está, ni siquiera podemos presumir de ser los actores protagonistas. Pero la apuesta por el diálogo social, la capacidad de pacto, el compromiso con nuestro país (que son nuestros conciudadanos) y la fidelidad a los principios constitucionales han sido factores relevantes, especialmente en tiempos de polarización extrema, que el movimiento sindical representado por UGT y CCOO ha sabido poner en práctica.

Tenemos pendiente conseguir una reducción de la jornada legal máxima que beneficiará, como el SMI, sobre todo a quienes carecen del paraguas de la negociación colectiva, una jornada legal que no ha sido modificada en los últimos 40 años. También adecuar la indemnización del despido sin causa, cercenada con la reforma laboral impuesta en 2012, a los criterios de la Carta Social Europea. Aumentar la democracia en las empresas otorgando una mayor presencia a la representación de los trabajadores en los consejos de administración, tal y como sucede en los países más desarrollados social, política y económicamente en Europa. En definitiva, seguir avanzando en la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que nos son propios, tal y como mandata el art. 7 de nuestra Constitución. 

Un Primero de Mayo para perseverar en los anhelos de libertad, igualdad y justicia social que inspiran el movimiento sindical y que tan lejanos parecen de alcanzar en tantos países con los que mostramos nuestra solidaridad. Un Primero de Mayo para valorar lo que significa el espacio de democracia, paz y libertad que supone la UE. Un Primero de Mayo para reivindicar el papel del sindicalismo que cuenta, aquel capaz de hacer llegar la voz de los trabajadores y trabajadoras a cualquier instancia. Un día para reconocer que el Primero de Mayo es una aspiración universal de progreso.