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El Banc Expropiat, cuando la función social se hace al margen de la administración

El centro social Banc Expropiat, en Gràcia, cuando estaba en funcionamiento

Arturo Puente

“Era un centro cívico, ¿no? Hacían actividades y daban ropa”, responde una vecina mientras se mete en el portal de su casa, continguo al Banc Expropiat. El martes fue la segunda noche de protestas en el barrio de Gràcia después de que los mossos tapiaran el lunes el singular “centro cívico” de la Travessera de Gràcia. El miércoles la escalada de protestas se da por descontada, y diversos grupos de vecinos se acercan con curiosidad al lugar, rodeado de una marabunta de cámaras y periodistas que ofrecen directos y últimas horas desde un lugar en el que, estrictamente, ahora no está pasando nada.

El Banc Expropiat fue abierto en octubre de 2011, al calor de las movilizaciones del 15-M. Se trataba de una antigua sucursal de la rescatada Caixa Tarragona que llevaba tiempo desocupada y que pronto se convirtió en un espacio que albergaba todo tipo de actividades, desde cursos de idiomas o talleres profesionales a una red de reparto de alimentos y ropa. Entre los vecinos y comerciantes próximos consultados hay unanimidad en que no causaba molestias. Las diferencias de opinión surgen cuando se les pregunta por las protestas que se vienen produciendo durante las últimas tres noches, con disturbios el lunes y el miércoles y duras cargas policiales los tres días, que según los manifestantes han dejado ya un centenar de heridos.

El barrio de Gràcia es epicentro tradicional del fértil movimiento okupa barcelonés. En estos momentos hay media docena de inmuebles ocupados que actúan como centros sociales, además de otros tantos destinados a viviendas. De ellos, el más abierto al vecindario es el Banc Expropiat. Allí se ofrecían semanalmente actividades de todo tipo, como el taller de telar de cintura que este miércoles, por primera vez desde octubre, se debió impartir en la plaza Revolució. A este grupo, formado por 10 mujeres desde octubre pasado, acude Núria cada semana.

Según explica Núria, la existencia del Banc Expropiat les permitió hacer su taller de costura de una forma que no podían en ningún otro lugar. “Lo mejor del Banc es la sensación de libertad, de ser un espacio nuestro”, asegura. “Los horarios se montaron por conveniencia del grupo. El Banc siempre garantizaba unos horarios de apertura y un responsable. A partir de aquí no hay más normas. Las relaciones de convivencia que se crean, la forma de autoorganizarnos, las formas de resolución de conflictos… todo eso es único y es imposible de trasplantar a un centro gestionado por el Ayuntamiento”, considera.

El grupo de telar de cintura convivía los miércoles con otro de costura y con el grupo de vivienda. De este último han salido ocupaciones de otros inmuebles vacíos para convertirlos en espacios de vivienda social, como el bloque El Armadillo. Pero, según destacan diversos vecinos, una de las labores más importantes para el barrio era la red de alimentos y ropa que recogían para repartir.

Cazuelas de apoyo

Durante los tres últimos días de protestas nocturnas, a los cánticos y gritos de las columnas de manifestantes les ha acompañado el sonido del repicar de cazuelas desde las ventanas. Numerosos vecinos han mostrado así el apoyo a los manifestantes. Otros, directamente se han sumado a las protestas. Es el caso de Julia Ayats y Marta Díaz, dos vecinas que comparten piso a pocos metros del centro. Julia y Marta, que consideran el Banc Expropiat “un lugar de referencia del barrio”, bajaron el martes a la calle para dar apoyo a la protesta, minutos antes de que se produjera la contundente carga de los Mossos contra los manifestantes.

Marta tiene el muslo morado del golpe de porra, un parte de lesiones y una denuncia interpuesta por los hechos. “Lo que más me duele es la rabia. Tengo derecho a manifestarme sin que nadie me pegue y más debajo de mi casa”, asegura. Las dos opinan que el Banc Expropiat debería quedarse donde está. “Está suscitando mucho apoyo en el barrio porque era considerado algo bueno. Si el Banc Expropiat desaparece, dejará un hueco muy grande, porque aporta mucho en el barrio”, explica Julia. “Para el Ayuntamiento ha sido una postura muy cómoda que esta labor social se hiciera desde aquí. Esta gente estaba haciendo un trabajo fantástico de cohesión en el barrio, y además gratis”, remata Marta.

A diferencia de otros conflictos en los que el inmueble era propiedad municipal, como Can Vies, el Ayuntamiento juega un papel indirecto en el conflicto del Banc Expropiat, cuyo local es propiedad de la inmobiliaria Antarctic Vintage. Según afirman desde el gobierno de Colau, ofrecieron a los ocupantes mediación así como la posibilidad de estudiar el realojo en otro local de propiedad municipal.

En el caso del Casal Tres Lliris, que se desalojó en noviembre de 2015, los ocupantes ocuparon en respuesta unas dependencias municipales sobre las que la administración barcelonesa hizo la vista gorda. Pero, siempre según fuentes del Ayuntamiento, el Banc Expropiat rechazó la intermediación municipal. Finalmente, el lunes Ada Colau calificó el del Banc como “un conflicto entre particulares”, lo que generó indignación entre vecinos y manifestantes. Desde el Banc este jueves han asegurado que estos días “no ha habido ningún intento de diálogo” por parte del consistorio.

“Resulta sorprendente que se hable de conflicto entre particulares teniendo en cuenta la labor que hacía el Banc, que suplía las carencias históricas de equipamientos en Gràcia, un distrito con una población cercana a la de Tarragona. Si nos ponemos así, yo reclamo lo firmado en el plan del 1986. Todos los centros educativos, los espacios libres, las aberturas de calles...”, explica Maritxu Olazabal, vecina del barrio y usuaria del espacio.

El miedo a un “Can Vies” en el barrio de Gràcia

Los tres días de incidentes y la posible escalada comienzan a ser un conflicto importante para las diferentes administraciones, local y autonómica. Durante las protestas del lunes un grupo de manifestantes quemó un vehículo de los servicios municipales de limpieza y una moto particular, además de volcar un coche. El segundo día no hubo incidentes de este tipo, pero el miércoles varios contenedores volvieron a arder y se produjeron destrozos en sucursales bancarias. Los sucesos recuerdan a las protestas ocurridas hace dos años tras el intento de derribo de Can Vies tras 17 años de ocupación, cuando protestas con disturbios y fuerte violencia policial se sucedieron noche tras noche en el barrio de Sants hasta que se consiguió parar la demolición del enraizado centro social.

Los hechos de Can Vies pasaron una importante factura al gobierno barcelonés, entonces liderado por Xavier Trias. No por casualidad poco después de aquel episodio, el Ayuntamiento decidió unilateralmente y sin dar publicidad pagar el alquiler del Banc Expropiat por un año con 65.500 euros, para evitar que un nuevo conflicto como el de Sants brotara en el barrio de Gràcia. Este jueves, tras conocer aquellos pagos, la fiscalía ha abierto diligencias contra Trias por posible malversación de dinero público.

El temor a que se produzca “un Can Vies” en Gràcia ha obligado a comparecer a diversos responsables políticos. El miércoles lo hizo en sede parlamentaria Albert Batlle, director general de los Mossos, quien defendió la acción de sus efectivos en el Banc Expropiat y aseguró que volverían a utilizar la misma fuerza para evitar que el local se reabriera. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha comparecido este jueves, en una rueda de prensa en la que ha censurado los destrozos de mobiliario urbano de las protestas y ha avalado la actuación policial, aunque ha reclamado a los Mossos “proporcionalidad” para “evitar una escalada de violencia”.

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