Un viaje a la fiebre del oro californiana: Jamestown y Columbia

Recreación histórica en la ciudad de Columbia, uno de los escenarios de la Fiebre del Oro en California.

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En un ‘roadtrip’ por California las opciones para hacer desvíos y paradas son infinitas. Pocos destinos son capaces de ofrecer tanto en tan ‘poca’ distancia. Pongamos por ejemplo un viaje hasta las tierras de Yosemite, uno de los parques nacionales más famosos de los Estados Unidos. Si optas por ir hacia el este tienes a tiro de jornada en coche otro mito natural del país: Death Valley. Y si vas hacia el oeste te encuentras con uno de los tramos más interesantes del antiguo Camino Real de California, la ruta española que unía las diferentes misiones y presidios (no eran cárceles, sino postas en torno a la que se asentaron indígenas y que fueron el germen de muchas ciudades y pueblos) y que conduce a ciudades como Fresno o Sacramento. Visitar las misiones californianas es otro viaje interesante que además de descubrirnos lugares increíbles es una buena manera de ir desterrando las mentiras recurrentes de la leyenda negra. Esas misiones fueron el germen de la penetración de la cultura occidental en la zona. Y el segundo gran hito fue la fiebre del oro del siglo XIX.

En 1848 un pionero llamado James W. Marshall se asentó en los bosques de Coloma (a unos 80 kilómetros al noreste de la ciudad de San Francisco) para iniciar un negocio maderero. Y una mañana revisando el funcionamiento de las bombas de agua del aserradero descubrió destellos dorados en el riachuelo que movía la maquinaria. Fue el inicio de una década de locura en la que hasta 300.000 personas llegaron a California en busca de su particular pedacito de gloria. Unos cuantos se enriquecieron de manera obscena; muchos crearon los servicios necesarios para avanzar en la colonización europea del lugar; pero la mayoría padeció miseria, hambre y privaciones en un ambiente de violencia extrema. Sierra Nevada se convirtió en uno de los ejemplos más notables de la cultura del salvaje Oeste. Hoy dos lugares cercanos al Parque Nacional de Yosemite ejemplifican a la perfección aquellos momentos: Columbia y Jamestown.

Hacer una parada para poder verlo todo con calma.- Nosotros cometimos el error de ir de paso. Pensábamos que los dos pueblos podían verse en el viaje entre Yosemite y San Francisco (son 334 kilómetros que se hacen en unas cuatro horas y media). Salimos muy temprano desde Yosemite Valley y estábamos en Jamestown a eso de las 10.30 de la mañana. Y sí, vimos los dos pueblos y llegamos a San Francisco a primera hora de la noche. Pero los museos y sitios históricos cierran a las 17.00 horas y nos quedamos con ganas de ver algunas cosas (cometimos el error de no ir primero a Columbia). No es mala idea hacer una noche aquí si tienes mucho interés en ver este lugar.

Jamestown es uno de esos pueblos típicos de las películas. Durante el viaje por la Costa Oeste y en el último tramo de la Ruta 66 pudimos ver muchos de estos pueblos fantasma que se han convertido en monumentos históricos (algunos con un grado de conservación lamentable, por cierto). Pero Jamestown todavía está viva. La ciudad sigue estando habitada y el centro histórico está perfectamente conservado y en uso. Es, sin duda alguna, uno de los mejores pueblos históricos de California. Main Street es la arteria histórica más importante. Aquí se encuentra el 90% de los edificios antiguos y las ‘fotos’ Far West más interesantes (no dejes de ver el Jamestown Hotel, el National Hotel, el Royal Carriage Inn, la vieja cárcel histórica o la sede del Correo. Todos están en Main y fueron testigos directos de la fiebre del oro (sólo el asfalto está fuera de lugar). Otro punto histórico importante de la ciudad es el Railtown 1897 State Historic Park (Reservoir Road), una antigua estación de trenes de finales del XIX que posee una buena colección de locomotoras de vapor y coches de la edad de oro del ferrocarril.

Nosotros ‘invertimos’ buena parte de la visita a Jamestown en el California Gold Panning (Harvard Mine Road). El lugar es un poco friki pero es una buena manera de pasar el tiempo y aprender, de verdad, como era el trabajo del ‘lavado’ del oro. El lugar es una pequeña explotación minera del siglo XIX que se ha reconvertido en atracción turística y cultural. Aquí te explican como lavar el oro y al final te llevarás a casa unos granos del llamado ‘oro de los tontos’, trazas de pirita que aún quedan en los arroyos auríferos de la zona (porque oro queda muy poco ya). Esta vieja mina se encuentra apenas a unos kilómetros de Woods Crossing, el lugar donde se produjo el hallazgo de oro en 1848.

Un paseo hasta Columbia.- La carretera que lleva hasta Columbia pasa por el pueblo de Sonora, que ejerce de capital del Condado de Toulumne. Aquí se encuentra el Museo de Toulumne (Bradford Street, 158). El edificio es una interesante construcción de finales del XIX y en las colecciones históricas hay bastante información sobre la Fiebre del Oro y los momentos de ebullición en Columbia y Jamestown. La joya de la corona de la comarca es el Columbia State Historic Park (Yankee Hill Road). Aquí el viejo pueblo de la época de la fiebre del oro está prácticamente intacto y puede sentirse el latir de aquellos tiempos. También puede visitarse la antigua escuela (School House Road), el Cementerio (School House Road) y el Columbia Museum (State Street).

Columbia está perfectamente conservada y musealizada. Y hay todo un programa de visitas guiadas que te sumergen, literalmente, en la época de la fiebre (los guías van disfrazados con ropas de la época los segundos sábados de cada mes). A diferencia de lo que sucedió en otros pueblos de la zona, Columbia se conservó intacta gracias a que tras el agotamiento del oro se plantaron multitud de viñedos. La gente no se fue y el pueblo no sufrió el saqueo sistemático y el vandalismo de otros lugares. Aquí estuvimos muy poco tiempo y nos quedamos con muchísimas ganas de poder verlo con más detenimiento (es un lugar ideal para hacer noche en hoteles del siglo XIX que han sido restaurados –como la maravilla que han hecho en el City Hotel-). El pueblo está rodeado de bosques y se pueden hacer varios senderos en los que es fácil ver venados.

FOTOS BAJO LICENCIA CC: Martin Bishop; Helen Gordon

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