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Llega la hora de la verdad para Sumar

La vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, en un acto en Bilbao

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Con la asamblea fundacional del Movimiento Sumar del día 23, el proyecto de construcción de un frente amplio de la izquierda alternativa culmina su primera etapa. Ahora, según las previsiones hasta final de año, queda la parte más difícil, unir a la mayoría de la izquierda alternativa en un espacio común de intervención política. Y en este empeño, todos los actores van a tener que hacer gala de su inteligencia y generosidad.

Construir una estructura en la que confluyan las distintas formaciones políticas -con sus discrepancias, distintas culturas, diferentes estrategias e intereses…- no es tarea sencilla. Además, el hecho de que el motor del proyecto haya sido un reducido número de personas lideradas por Yolanda Díaz, y no una organización consolidada -lo que implica, además de un exceso de personalismo, una debilidad para abordar las tareas necesarias para la construcción del nuevo espacio, más teniendo en cuenta que, a dichas tareas, hay que sumar los quehaceres derivados de las responsabilidades asumidas en el Gobierno de coalición-, no ha facilitado las cosas.

Por otra parte, la coyuntura actual -con las movilizaciones sociales en reflujo, con el trumpismo del PP dominando la escena política y con dificultades para dar la batalla cultural con la derecha- no es el escenario más propicio para alentar a la gente a participar en proyectos como el de Sumar.

Para colmo, todo este trabajo se está desarrollando en medio de una aglomeración de elecciones que obliga a dispersar las fuerzas y pone de manifiesto el estado embrionario del proyecto y su escasa implantación territorial. Pasó en Galicia y va a ser un factor importante en las elecciones de Euskadi y, en menor medida -los comunes están más consolidados, pero, fundamentalmente en el entorno de Barcelona y algunos núcleos urbanos importantes- en Catalunya. El siguiente paso, el de las elecciones europeas, parece que se va definiendo. De entrada, hay acuerdo en que sea Estrella Galán, directora general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, la persona que encabece la lista a las de Sumar. Me parece un acierto la elección de Galán, experta en derechos humanos, migraciones, asilo y refugio, como número. Un perfil acorde con uno de los asuntos más importantes en la política europea.

Además, siendo cierto que estamos en una fase de desmovilización, también aparecen signos que apuntan a una reacción de las fuerzas progresistas: recientemente se ha constituido la Plataforma Andaluza por la Mayoría Social, apoyada por los partidos PSOE, Podemos, IU, Sumar, Más País, Andalucía por Sí e Iniciativa del Pueblo Andaluz. Lástima que Adelante Andalucía haya rechazado la idea.

El Movimiento Sumar ya es una estructura, todavía en consolidación, pero con presencia en las comunidades autónomas y con un protocolo de funcionamiento territorial pactado con las distintas organizaciones participantes en el proyecto. Esto permitirá construir el frente amplio, no solo desde las direcciones de los partidos, como ha sido hasta ahora, sino también desde la discusión y colaboración política en las diferentes comunidades, comarcas y ciudades.

Quizás, el principal problema con que se enfrenta el desarrollo de Sumar sea su despliegue asimétrico en los territorios. Crear una organización federal, partiendo de situaciones diferentes, lleva a acuerdos bilaterales distintos en las diferentes comunidades autonómicas. Y esto genera tensiones, aparecen distintos criterios -desde la defensa de que lo más justo, lo más democrático, es “el café para todos,” hasta la opción por un modelo confederal-, distintos intereses -pretender ser el único referente en un territorio concreto- y los miedos a perder influencia, a quedar marginados.

Es difícil encontrar un punto de equilibrio entre lo particular y lo general, entre la necesaria autonomía -es difícil acertar en las políticas a aplicar cuando las decisiones se toman desde la lejanía, ya sea esta territorial, social o cultural- y la también requerida necesidad de unir esfuerzos en un proyecto común. Más aún en un mundo en el que la defensa del planeta, de la democracia o de la igualdad, requiere una gran acumulación de fuerzas para vencer la resistencia de bloques, tanto económicos como políticos, muy poderosos.

Otro gran reto de Sumar es la implantación territorial. Las elecciones gallegas han evidenciado, algo que ya sabíamos, que la presencia en el territorio es fundamental para obtener un buen resultado. Además, el desarrollo organizativo también es imprescindible para elaborar la política partiendo de las condiciones concretas, para poder explicarla directamente y para que la ciudadanía conozca más de cerca a quienes pueden ser sus futuros representantes en las instituciones. Por supuesto, la implantación territorial implica humildad, voluntad de escuchar y aprender, hablar con un lenguaje apropiado para nuestros interlocutores y ajustar nuestras propuestas a las realidades objetivas y subjetivas de los colectivos a los que nos dirigimos, algo que no siempre se hace desde la izquierda.

Todo esto debe ir acompañado del compromiso de dar la batalla cultural con la derecha, una batalla -también en el seno de la organización- que, además de defender los valores progresistas, haga hincapié en que los intentos de simplificar la realidad pueden ser cómodos, pero ni justos ni productivos políticamente; que las asimetrías, desajustes y contradicciones están al orden del día y que un mundo tan cambiante nos obliga a revisar casi permanentemente las propuestas políticas.

Sumar comienza una nueva etapa, ojalá sus dirigentes y militantes acierten en la toma de decisiones y se consolide porque es un proyecto necesario.

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