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Periferias, el festival donde cabían Chiquito de la Calzada y Fernando Sánchez Dragó

El músico electrónico Matthew Herbert, actuando en Periferias en el año 2001.

Nando Cruz

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La suerte está echada y el festival Periferias desaparecerá dejando tras de sí una imborrable estela de momentos históricos. Desde la periferia geográfica y cultural, Periferias ha sido capaz de convocar en Huesca a artistas de múltiples disciplinas y extraordinario prestigio durante más de dos décadas. Aunque desde hace unos meses estaba en el punto de mira de Vox, ha sido un certamen intocable tanto para el PSOE como para el PP. Luis Lles, ideólogo y director de las primeras 20 de sus 23 ediciones, afirma “sin ningún tipo de modestia”, que “Periferias es el mejor festival que ha habido en España”. Y tanto ahora como en sus días de mayor gloria, costaría rebatirlo. El historial de Periferias es irrepetible.

Año tras año aterrizaron en Huesca artistas de la imaginación y personalidad de Matthew Herbert y Lee ‘Scratch Perry’, la Sun Ra Arkestra y la Human League, Violadores del Verso y Pau Riba, James Chance y Gong, ESG y Fangoria, Björn Again y Tinariwen, DJ/Rupture y Pep Bou, John Foxx y Joaquín Reyes, Agustí Fernández y Mala Rodríguez, Eyeless In Gaza y Niño de Elche, Sugarhill Gang y Tony Allen. Ningún festival de esta o cualquier otra galaxia ha programado en la misma edición a Fernando Savater y Chiquito de la Calzada. Todo eso y más podía suceder en Periferias, un festival que siempre apostó por la libertad creativa y la reflexión. Un festival insólito hasta el tuétano.

“Estoy absolutamente convencido de que si el Partido Popular no necesitara a Vox para gobernar se seguiría haciendo el festival”, asegura Lles, todavía aturdido por un abrupto desenlace que se suma a maniobras de injerencia política en las que se han visto envueltos certámenes de otras comunidades como el Festival de Cine de Gijón y el proyecto Voces de la Lengua de La Rioja. El creador del festival oscense asume que Periferias es visto por la ultraderecha como “un nido de rojos, perversos y filoetarras”, pero recuerda que en él ha participado “gente muy poco sospechosa de cultureta y progre y que se tomaría muy mal que Vox les considerase rojos”. Se refiere, entre otros, a Alaska, Antonio Escohotado y Fernando Savater. “En Periferias ha estado hasta Fernando Sánchez Dragó”, recuerda Lles. Fue en 2005, en una mesa redonda sobre las utopías programada en una edición dedicada a la agitación y la propaganda. Aquel año actuaron en el festival Antony And The Johnsons, Enrique Morente, Paco Ibáñez y Leo Bassi.

El funcionario sobrepreparado

De entre las muchas y benditas anomalías de Periferias, tal vez la más discreta y valiosa fue que se trataba de un festival público dirigido por un técnico de cultura; primero contratado por el Ayuntamiento y poco después como funcionario. Lles, periodista musical de larga, entusiasta y desbordante trayectoria, entró en el consistorio oscense en 1999 y su primera idea fue organizar el festival de sus sueños; los suyos y los del músico Juanjo Javierre. Sería un festival multidisciplinar (con música, teatro, cine, conferencias, performance, exposiciones, danza, literatura, moda) que cada año se articularía en torno a un tema distinto. Ya entonces quería ser la antítesis de los festivales que se repiten año tras año para afianzar a su público. El gancho de Periferias sería su continua reinvención.

Al socialista Fernando Elboj, “un alcalde con empuje y valentía que venía del mundo de la cultura”, describe Lles, le pareció un “proyecto cojonudo” y en otoño de 2000 nació el festival. En aquella primera edición ya coexistieron Jeff Mills, Arto Lindsay, Carles Santos, DJ Spooky, Antipop Consortium y, atención, el Grupo de Tambores de Huesca interpretando un repertorio de versiones de Kraftwerk. Periferias quería ser alocado y sesudo, localista y universal, galáctico y arraigado, experimental y fiestero, sin prejuicios ni límites. “El festival aterrizó como un ovni en una ciudad de 50.000 habitantes”, reconoce Lles. “’¿De dónde ha salido esto?’, preguntaba mucha gente. A la población más carca le parecía un festival extraño, vanguardista y raro”.

Orgullosamente raro

‘Mundo raro’ sería, precisamente, el eje temático de una de sus ediciones. Otros años lo serían la versión, la falsificación, el humor, las fronteras, la negritud, la alteridad, el horror, la palabra… Se buscaban conceptos amplios e imaginativos para albergar programaciones igualmente abiertas y sugerentes. Probablemente algunas de las temáticas chocaban ya entonces con la mentalidad de la ultraderecha. Hubo ediciones dedicadas a la diversidad de géneros y los estados alterados. Y la de 2023 se dedicó a la cultura gitana. Es cierto que con el paso de los años, el festival fue perdiendo relevancia, pero por una razón más que obvia: “El único problema de Periferias es que estaba mal dotado económicamente. Con 500.000 euros seríamos un festival de referencia en España”, asegura Lles. Con la mitad de ese dinero ya lo fue. Y su programación duraba 10 días.

Periferias, es decir, Luis Lles, hacía maravillas con un presupuesto ajustadisímo que en los años de bonanza llegó a los 300.000 euros y en los de crisis apenas rebasaba los 100.000. Esas partidas incluían todo: “Alquiler de espacios, pago de equipos de sonido y luz, publicidad y propaganda, diseños de catálogos e imagen, restaurantes, hoteles, agencias de viaje…”. Por lo tanto, el dinero destinado a contratación artística descendió de los 180.000 euros de 2005 a poco más de 40.000. Al celebrarse en otoño, fuera de la temporada festivalera, y estar diseñado por un funcionario con unos conocimientos fuera de lo común, siempre garantizaba auténticas perlas. Muchos artistas internacionales ofrecían su primer concierto español en Huesca gracias a Periferias. Pero el festival no buscó nunca ser un reclamo turístico, sino un ágora de divulgación y fiesta. Y también un escaparate para la creatividad oscense. A diferencia de tantos festivales que dan la espalda a los artistas locales, Periferias siempre fue su gran aliado.

Roces puntuales con el PP

Buena parte del recorrido del festival se desarrolló bajo mandatos socialistas, pero el único roce serio con el Partido Popular quedó fechado en 2004. Albert Pla fue uno de los artistas programados en aquella edición y el PP consideró la posibilidad de denunciar al festival por apología del terrorismo. Las aguas volvieron a su cauce y, de hecho, cuando los populares asumieron la alcaldía entre 2011 y 2015, la continuidad de Periferias nunca estuvo en peligro. “Teresa Moreno (PP), la actual concejala de Cultura y que lo fue también entre 2011 y 2015, es una bellísima persona, interesadísima en la cultura, que siempre apoyó el festival. Jamás nos puso una línea roja. Hubo un bajón de presupuesto que ya venía de la crisis de 2008, pero no se notó prácticamente”, reconoce el exdirector.

Tal ha sido el prestigio adquirido por el festival a lo largo de dos décadas y la huella cultural que ha dejado en Huesca, que el pasado verano, y a iniciativa del Partido Popular, Luis Lles fue condecorado con la Parrilla de Oro, medalla con la que el Ayuntamiento distingue a las entidades y personas que han enriquecido la vida cultural de la ciudad. Unas semanas antes, Vox había amenazado con cancelar el festival oscense. “¡Qué importante debe ser Periferias para que el principal caballo de batalla de Vox, desde el primer momento, haya sido acabar con el festival!”, bromeaba entonces su director hasta 2020, año de su jubilación. Minutos después de recibir la Parrilla de Oro, Lles salió escopeteado a disfrutar del festival de Monegros. Este lunes, recién llegado de otro festival, Les Transmusicales de Rennes, recibía la noticia: aquella amenaza bravucona de Vox se hacía realidad.

El tablero de ajedrez político

“En Huesca, Vox solo obtuvo tres de los 25 concejales y uno de ellos ha sido expulsado del partido. El Partido Popular tiene 12 concejales y si llegase a un acuerdo con este concejal que ahora forma parte del grupo mixto podría gobernar en la ciudad sin necesidad de pactar con Vox”, calcula Lles. Sería una forma de salvar el festival, pero el sacrificio de Periferias se enmarca en una partida de ajedrez a nivel autonómico. Para que el Partido Popular mantenga a Jorge Azón como presidente de la Comunidad, necesita ese apoyo de Vox, que exige a cambio que se cumplan sus promesas electorales en las tres provincias. “De la muerte de Periferias depende que el PP siga gobernando en Aragón. Es un tema totalmente político”, denuncia Lles.

El revuelo causado por la noticia ha provocado que desde el Ministerio de Cultura ya hayan movido ficha. “Ayer me llamó Jordi Martí, secretario de Estado de Cultura, diciendo que si tenemos idea de seguir con un festival similar, en el Ministerio están absolutamente dispuestos a ayudarnos. También me llamaron del Ayuntamiento de Almudévar, un pueblo de la provincia cuyo concejal de Cultura es de la Chunta Aragonesista, ofreciéndose a acoger el festival”, desvela. El propio ministro Urtasun publicó en X su “profundo lamento” por la cancelación e incluso se ha creado una campaña de recogida de firmas en Change.org. El tiempo y las maniobras políticas dirán si Periferias aún está a tiempo de resucitar. Solo han pasado tres días. La resurrección sería un estupendo eje temático para la edición de 2024.

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