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No vuelvas a decir que justifico a los terroristas

El suicida del metro reclamó el subsidio del paro sin que Bélgica lo interceptara

Ana I. Bernal Triviño

Después de los atentados de Bruselas… Después de escuchar palabras vacías por parte de políticos y de instituciones, comenté por Facebook: “Si la prensa destinara todos los minutos de declaraciones de condena de políticos a explicar la raíz del Daesh quitarían vendas de los ojos. El 70% de los españoles se informa por televisión. Y del atentado, en televisión, sólo se dice el ”¿QUÉ?“. No se habla del ”¿POR QUÉ?“ Así se consolidan estigmas. Que también hablen del ”¿QUIÉN? ¿QUIÉNES?“ están detrás. Y quizás tomemos conciencia de que parte del enemigo es ”nuestro“ aliado”.

A las pocas horas, apareció el típico comentario de un desconocido que, de malas formas, subrayó que mis palabras justificaban el atentado y a los terroristas y que no me acuerdo de las víctimas de “Madrid, Bruselas, París…” No fui la única persona a la que le ocurrió. Ni tampoco ha sido la primera vez. Yo no soy especialista en terrorismo ni en Daesh, pero sí me hago preguntas y recurro a quienes saben más que yo. Preguntar no es delito. Como tampoco lo es informarse para comprender qué ocurre.

Cansa muchísimo justificar lo que, en principio, no debería requerirse porque en mis palabras no hay la mínima justificación ante ese atentado. Cansa porque el poder de la gran maquinaria mediática es tan eficaz que nuestras voces minúsculas se silencian a golpe de propaganda. Y, después de muchas contradicciones, aquí estoy… escribiendo estas líneas y dando explicaciones. ¿Por qué? Porque no quiero que vuelva a repetirse.

No puedo permitir que se vuelva a decir que justificamos a los terroristas. Primero, habría que matizar el concepto de terrorista. Puede ser muy amplio. Sembrar el terror no siempre se produce con las armas, sino con la represión, la tortura o las violaciones. Pero también, de una forma más sutil, con la economía y la política aplicada. Desvalido es aquel a quien dejan sin comida y sin trabajo. Desvalido es quien sintió pánico y terror en esta crisis y puso fin con su suicidio, así como aquellos que se sienten a la deriva, sin nada a lo que agarrarse, como resultado de la desigualdad y la exclusión.

El problema está en que, precisamente, nos conformamos sólo con el QUÉ. Con ese vergonzoso titular de “Los mejores momentos del atentado de Bruselas”, y con ese vergonzoso breve del atentado que ocurre fuera de nuestras fronteras de referencia.

Preguntemos POR QUÉ… Porque nos lleva a un hilo que arranca desde el neocolonialismo y pasa por una Guerra Fría que nos vendieron como terminada, pero que sigue vigente. Una Guerra Fría donde la lucha frente al comunismo puso las primeras semillas del fundamentalismo y la radicalidad que vemos hoy. Preguntemos por qué la derrota está más allá de las armas. Por qué, después de cada intervención de Occidente, en países como Irak o Libia sólo ha quedado impuesto el caos. Y no sólo eso, sino que ha sido un punto de negocio para empresas norteamericanas, desde la industria militar pasando por privatizaciones y la reconstrucción material del país.

Preguntemos el CÓMO… Y nos llevará a la represión, torturas, injerencias, hambre y empobrecimiento que Occidente ha impuesto en esos países. Nosotros no hemos permitido que sus gobiernos ni instituciones dominen o interfieran en nuestras democracias. En cambio, sus vidas han estado regidas, en muchas ocasiones, bajo mandatarios y dictadores puestos a dedo por Estados Unidos, por la complicidad europea, con la asfixia del FMI y los ataques de la OTAN.

Preguntemos el CUÁNDO… Y veremos cómo la guerra de Irak es el inicio de esta estrategia escondida en fines económicos. Que parte de una guerra ilegal, por mucho que sus convocantes en las Azores vistieran traje y corbata, a costa de inventar motivos que no existían. Y preguntemos hasta cuándo, cómo siguen creciendo, y examinemos nuestras relaciones con sus aliados, que también son los nuestros. Veremos que más allá de las armas, el Daesh se expande en territorios y adoctrina a niños (mientras asesinan a otros pequeños con síndrome de Down) para tener futuro en su ejército.

Preguntemos el QUIÉN… No sólo conocer los nombres de los terroristas del Daesh. No conocer sólo quiénes están delante, sino detrás. Sus intereses y estrategias, su búsqueda de materias primas (petróleo o gas) y de controlar territorios clave en geopolítica. Todo aquello que han buscado a costa de fortalecer al Estado Islámico y de implantar el terror. Preguntemos también a quiénes interesa que la islamofobia y la ultraderecha crezcan en Europa. Preguntemos en quién nos hemos convertido… Torpes y ciegos, creyendo que nuestras acciones no serían caldo de cultivo, que nunca nos llegaría nada de aquel terror mientras estuviésemos en nuestra zona de seguridad.

Preguntemos el DÓNDE… Y descubriremos que no es un ataque sólo a nosotros. Estamos afectados por el eurocentrismo y un ombliguismo que nos hace creer que somos el epicentro del mundo. Por ello seguimos considerando víctimas de primera y de segunda. Ha ocurrido en París, Bruselas, Londres, Madrid… pero también Nigeria, Túnez, Chad, Mali, Pakistán, Somalia, Libia, Irak, Costa de Marfil, India, Indonesia, Nigeria, Kenia… No es sólo Europa, sino que cada día se vive ese terror en África y Oriente Medio, desde los atentados hasta los secuestros y violaciones de niñas por Boko Haram. Cuando logremos asumir esto y que los musulmanes son las primeras víctimas del Daesh, se nos quitará de encima la vergonzosa islamofobia que inunda las redes sociales tras cada atentado en nuestro suelo.

No. Yo no defiendo a terroristas (o aquellos que han vendido bajo el concepto de “rebeldes”). Los terroristas nunca tienen justificación. No es fe. Tampoco un territorio ni una nacionalidad. Yo no defiendo a terroristas, pero no hay terrorismo sin financiación. Yo señalo a los terroristas pero también a quienes manejan sus cuerdas a la distancia, a quienes los nutren, financian, consienten, hacen fuertes y han ensalzado su ideología por encima de los derechos.

El Daesh no surgió por generación espontánea ni por una conjunción interplanetaria. Yo no defiendo a terroristas, sino el derecho, el no atacar a países por intereses económicos/ideológicos y de puro negocio. Defiendo la justicia en tribunales y no el mostrar la cabeza de un mandatario como trofeo, con el precio de matar a civiles y provocar la huida de refugiados.

Yo no defiendo a terroristas, ni tampoco aplaudo a premios Nobel de la Paz que representan a países con un currículum marcado por el terror y la represión, los que han usado a Latinoamérica, África y Oriente como centro de experimentación o como vertedero, o los que consienten el mercadeo con los refugiados.

Yo no defiendo a terroristas de ningún rincón del mundo, porque nunca me sentiré capaz de privar de vida a alguien. Por eso tampoco justifico, ni defiendo, ni voto jamás a quienes los toleran, los consienten, los apoyan y alientan a crecer. Aquellos que con sus decisiones terminan por convertirse, en la sombra, en puros terroristas.

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