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Goliat y David Pérez

Miguel Lorente

David Pérez, alcalde de Alcorcón, se ha dado cuenta, del mismo modo que lo ha hecho el machismo, de que lo que tiene enfrente no es un “grupo” ni un “colectivo” más o menos amplio de mujeres, sino un gigante; un movimiento gigante que avanza en contra de la desigualdad y de la injusticia social que significa el machismo. Y es gigante por su dimensión global y por la grandeza de sus  reivindicaciones, que no son otras que pedir la Igualdad en la sociedad y hacerlo también para los hombres que las discriminan, abusan, maltratan, violan y asesinan por todo el planeta. Como se observa, no puede haber más grandeza y generosidad en el planteamiento feminista.

Que la respuesta a esa demanda de convivencia en Igualdad sea presentada como una amenaza y un ataque a los hombres y al orden existente, un orden capaz de convivir con 700.000 hombres maltratadores cada año, con 60 que asesinan a sus parejas o exparejas, con miles que agreden sexualmente… ya indica que la propia sociedad y su cultura matriz no sólo forman parte del problema, sino que son el problema.

Por eso no es un error que la desigualdad existente, y manifestada de forma objetiva y directa en cualquier espacio y ámbito de nuestra sociedad (trabajo, familia, economía, relaciones…), sea considerada  como “cultura” y su transmisión como “educación”; y que, en cambio, hablar de Igualdad y convivencia sea presentado como “ideología sectaria”, y su transmisión como “adoctrinamiento e imposición”, algo que resulta, sencillamente, inadmisible, como es inaceptable que un representante público utilice su posición para insistir en este tipo de argumentos.

Las palabras de David Pérez fueron pronunciadas en 2015 pero no han caducado, todo lo contrario, aparecen como aire fresco para avivar la llama en un ambiente cada vez más caldeado por el machismo con sus propuestas en contra de la Igualdad y, sobre todo, contra el feminismo y las mujeres feministas. Todo forma parte de una estrategia para contrarrestar los avances alcanzados y para advertir de que, para ellos, se trata de un camino equivocado y peligroso, de ahí el interés en presentar a los hombres como víctimas.

 El machismo hoy es incapaz de defender pública y directamente sus ideas, propuestas y valores, ya no puede decir, salvo que lo haga un candidato republicano de los EE.UU., lo de “las mujeres con la pata quebrada y en la cocina”. Por eso necesita hacer política con esas ideas y utilizar la economía, el mercado laboral, la sanidad, la educación, las iniciativas sociales… para mantener la jerarquización y la sumisión, y con ellas las ideas y valores que las sustentan.

Sin embargo, no es suficiente en un sistema de poder, también hace falta el ataque. La política en sí no es capaz de hacer una crítica a ese “gigante” que es el pensamiento feminista, tan sólo logra retrasar las propuestas de Igualdad y defender los privilegios que gozan, pero no es bastante. El machismo necesita atacar de forma directa todas las medidas a favor de la Igualdad con vistas a conseguir un doble objetivo. Por un lado, mostrar el rechazo a las alternativas y expresar la defensa de sus ideas, y por otro, mantener a su grupo social cohesionado y dispuesto a atacar ante la más mínima propuesta que no encaje en su modelo. Por ello les resulta muy útil esa presentación de los hombres como “víctimas” de toda esta situación, pues así se garantizan una respuesta inmediata y agresiva, e incluso violenta.

Y en esta época de postverdades de mentira y mentiras de verdad, la fórmula que ha elegido el posmachismo ha sido la crítica a las fuentes de las ideas y políticas contrarias a su orden social, pues de ese modo no necesitan argumentos en defensa de sus posiciones. La táctica es muy simple: si quien propone la Igualdad es “ese feminismo” “rancio, radical y totalitario” y esas feministas “frustradas, amargadas, rabiosas y fracasadas como personas”, cualquier propuesta que digan o planteen vendrá marcada por esos elementos propios de quien las propone, y será rechazada. Cuando se parte de una posición de poder, resulta más fácil crear una nueva realidad a través del relato que criticar la existente, y eso es lo que hace el machismo al “demonizar” al feminismo y las feministas.

En la Biblia David venció a Goliat al recurrir a la violencia. Y algo parecido es lo que ha intentado David Pérez contra el gigante que es hoy el pensamiento feminista y las mujeres que han conseguido hacerlo grande, al despreciarlas y arrojarlas a los ataques de todos los que piensan como él, y de muchos que además maltratan y justifican la violencia en las redes sociales y en el día a día.

No debemos minimizar los efectos de ese tipo de mensajes machistas. Son ellos los que están alimentando la violencia y justificándola como si fuera una lucha en la que tanto atacan los hombres como las mujeres. La estrategia del machismo siempre ha sido presentar al feminismo como el principal enemigo de las mujeres, no de los hombres, que permanecían al margen con todo el poder que les daba su inaccesible torreón machista, pero la situación ha cambiado.

Ahora, la cada vez mayor transformación social hacia la Igualdad es presentada como un ataque directo a los hombres, y el feminismo y las feministas como responsables del mismo, de ahí que estemos viviendo un incremento de la violencia de género al amparo de este tipo de manifestaciones, y un ataque cada vez más explícito y directo contra el feminismo. No debemos permitirlo, si queremos prevenir la violencia debemos actuar sobre las causas que la producen, y el primer golpe siempre comienza en una palabra.

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