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“El gran mal de nuestra civilización es que no nos hacemos preguntas”

Rosa María Calaf / Jramajo

Javier Ramajo

Rosa Maria Calaf (Barcelona, 1945), multipremiada periodista y corresponsal de TVE entre 1970 y 2008 en los más diversos países, es una apasionada de su profesión. Ahora trata de hacer llegar su experiencia en foros como el que esta semana ha celebrado en Sevilla la asociación Madre Coraje en una jornada de 'Comunicación Solidaria'. Es una privilegiada, reconoce, por poder ofrecer su visión de las cosas con la libertad que le da haber vivido de todo. Quizás por eso le exaspera que, en su opinión, no todo se está haciendo bien en el mundo de la información. La conversación en su hotel, poco antes de dejar la ciudad hispalense, salta de un tema a otro sin solución de continuidad: la función social del periodismo, los atentados de París, la sociedad de consumo, la tecnología...

Desde la barrera, ¿cómo ve actualmente la salud del periodismo?

El periodismo debe reconducir el camino hacia el que es su verdadero objetivo, porque cada vez está más deteriorado hasta el punto der ser irreconocible. La ciudadanía debe ser consciente de que estar bien informado es absolutamente esencial si quiere ser capaz de defender sus derechos y sus libertades. Está el riesgo tremendo de que se hace creer que se está informado pero en realidad lo que se está es entretenido, que es muy diferente.

¿A quien le echamos la culpa de eso?

La empresa periodística actual ha perdido gran parte de su vocación informativa y se ha concentrado más, en el mejor de los casos, en la mercantilista, y en el peor, alineándose con intereses de grupo que no son necesariamente los de la mayoría. Esa desviación del objetivo de servicio que tiene la prensa es muy grave y la ciudadanía no parece darse cuenta. Nota que algo pasa, que algo no está funcionando bien. El periodismo ha supeditado los contenidos a la tecnología en lugar de hacer al revés. La tecnología debe ser una herramienta de acceso, de abolir distancias, pero en lugar de eso se hace deprisa y mal.

¿Y eso es un mal de la sociedad en general o es particular del periodismo?

Los parámetros con lo que medimos todo tienen que ver con el bienestar material, con poseer cosas, sin pensar cómo se consiguen. Es terrible esa disociación a la hora de construir una sociedad responsable. El periodismo siempre ha sido muy difícil pero lo que tiene que hacer es ir hacia donde está lo invisible, el silencio. Porque lo que no se deja ver y se calla, normalmente es porque hay algo que se quiere ocultar, y eso es lo que tiene que descubrir el periodismo, no repetir lo obvio ni contar aquello que se quiere que se cuente.

¿Cree que los periodistas no están comunicando bien lo que pasa?

Comunicar es una cosa e informar es otra. Comunicar es que yo te cuento aquello que quiero que sepas. Pero informar es que yo te cuento aquello que tienes que saber. Es muy distinto. Hay muchos periodistas convertidos en lectores de comunicados, porque no hay tiempo, ni formación, ni voluntad. Periodismo de investigación, cero. Hablo en líneas generales. El resultado es una peor calidad de la información y un ciudadano peor informado. Pero lo más grave es que no se da cuenta y al final se consigue lo que decía Napoléon de que el pueblo no tiene que ser libre sino que tiene que creer que lo es.

Ha venido usted a una jornada de comunicación solidaria, ¿es ahí donde está la solución?

Cuando ahora hablas de valores, de ética, te miran y te dicen “pero esta friki de dónde ha salido”. Y sin conciencia. Los españoles son solidarios a golpe de impacto pero no es duradero. Porque la gente cree que es solidaria porque le basta con conmoverse ante un hecho puntual que sucede pero eso no es vivir solidariamente, pensando en que lo que todos hacemos tiene que ver con lo que le sucede a todos los demás. Igual que la información se ha podido deteriorar, la educación también. Un ingeniero puede ser muy buen ingeniero pero es que además tiene que ser buena persona. Todo eso hace una sociedad menos justa pero tiene que haber una conciencia de que aquí estamos todos y que esto es de todos.

¿Quiere decir que la mayoría de las personas recibe mucha información pero no tiene conciencia de asimilarla?

¿Por qué no nos hacemos preguntas? El gran mal de nuestra civilización es que no nos hacemos preguntas. Se nos ha hecho creer que ya todo está contestado, que las cosas son de una manera y no pueden ser de otra, y eso no es verdad. Hay que cuestionar absolutamente todo. Si tienes una educación cada vez más endeble y una información cada vez más superficial, tienes un ciudadano cada vez menos capaz de entender lo que pasa y de intervenir en lo que pasa en favor del bien común, del suyo y del de la mayoría, pero pensando que sí lo está haciendo.

¿Tiene que ver con eso que el móvil se haya convertido en un apéndice para las personas?

La tecnología ha metido esa especie de pensamiento único en una ciudadanía muy dócil. Un cuchillo puede cortar la carne y tal pero también te puede matar. Con un cincel puedes hacer el David de Miguel Ángel o un monumento asqueroso que no tenga ningun valor. La herramienta hay que utilizarla al máximo pero bien. La red es esencial y es el futuro, porque en los medios convencionales dudo mucho que haya una vuelta atrás y recuperen los valores y los objetivos de servicio. Pero la red hay que usarla, no caer en ella, no ser atrapado por la red. Se hace creer que estar todo el día con el click está bien pero ¿realmente no estás perdiendo mucho el tiempo? Si haces un análisis de los 'trending topics', te preguntas ¿pero esto es lo más importante que ha pasado en el mundo? A la ciudadanía se le dan impactos, normalmente emocionales, pero la reflexión no llega.

¿Cómo relaciona estas reflexiones con los recientes atentados de París?

Hay una gran conmoción entre la gente y eso es normal, pero toda esa parte emocional, que es bueno que esté, si no se le añade conocimiento no sirve para hacerse preguntas. Vale, ha habido unos atentados pero... por qué ha ocurrido y qué hay que hacer para no repetir errores. Hay que hacerse muchas preguntas. ¿Y qué responsabilidad tenemos cada uno de nosotros, aparte claro está de los asesinos repugnantes? Desde la construcción social de una sociedad dócil, manejable, que no cree muchos problemas, mejor cuantas menos preguntas se haga, y cuanto más se trague las respuestas que le vienen dadas, mejor. Y después de una emoción acabas consiguiendo otra, el rechazo al otro, el miedo, el encierro en el rinconcito, que es estupendo para manejar masas y sociedades. Es decir, todo lo contrario a lo que hay que hacer para hacer un mundo justo, que se abra y que se dé cuenta de que lo que nos pasa a nosotros y lo que les pasa a otros está completamente interrelacionado.

¿Demasiada información pero poco análisis, quiere decir?

Hay una avalancha de información mal explicada y, sobre todo, muy poco profunda, porque roza las terminales nerviosas de la persona y ahí se queda. Si dejas solo a la gente reaccionando con la emoción, no piensa. Hay que enseñar a la gente a pensar. Tiene que haber empatía pero a la vez datos para que pueda entenderlo y buscar responsabilidades y soluciones. Es un círculo vicioso que se retroalimenta y ocurre en muchos países, primero reprimen, provocan rebeldía de protesta y reprimen de nuevo. Es lo de siempre. ¿Cómo es posible que no seamos capaces de intervenir para romper ese círculo?

Pero los medios de comunicación han enviado a muchos periodistas al lugar de los hechos para contar lo sucedido.

Es absurdo enviar tantos enviados especiales. Otra vez lo mismo, eso es emocional. Últimamente se informa más por lo que impacta, no por lo que importa. Evidentemente hay que informar desde París, pero con medida. Además, se le está haciendo el juego a los yihadistas con tantas imágenes de entrenamiento, con los kalashnikov, etc. Todo eso se hace para llamar la atención, causar miedo, y para captar más adeptos. Se le está dando tiempo de televisión a los terroristas para su mensaje. Es terrible. Y el ciudadano recibe miedo, rabia y rechazo generalizado, ahora a lo musulmán, mediante una reacción visceral y emotiva, y es una propaganda para la gente que pueda comprar ese mensaje de violencia.

¿Cree que prima el espectáculo frente a la información?

Sobre todo en las televiones hay una mala concepción de lo que debe ser la información en ese sentido. Lo que importa es dar datos y explicarlos para que el ciudadano pueda dar una opinión sobre argumentos rigurosos, independientes y no sesgados. Eso no se le proporciona. Se juega con las emociones, no con el conocimiento. Muchas veces se cree que eso es lo que hay que hacer, no quiero decir que siempre se haga voluntariamente.

¿Cómo cree que se debería hacer?

Lo primero es preguntarse por qué sucede y qué hay detrás de todo ello, sin exculpar a los terroristas ni un ápice. Pero es que después podemos hablar de un doble rasero. Cuando hay cientos de muertos en Líbano o cuando secuestran a 200 niñas en Nigeria, ¿por qué no vamos a hacer el telediario allí? Todo esto está manejado. Impacta más porque le pasa a alguien como nosotros. ¡Perdone!, todos son como nosotros, todas son personas. Esto me indigna tremendamente. Que se vayan todos los jefes de gobierno a reunirse a París cuando lo de Charlie Hebdo, muy bien, pero que se vayan a Lagos cuando lo de las 200 niñas.

¿A qué obedece ese doble rasero al que alude?

La pregunta es: ¿por qué nos preocupa más el terrorismo que el hambre? Muere mucha más gente. El hambre tendría que estar en el telediario todos los días, igual que el terrorismo. La cooperación internacional es muy importante y no está en los informativos. Con las alertas sanitarias ocurre lo mismo. Se monta el jaleo padre cuando son blanquitos los que son afectados pero es que se llevaban muriendo negros la tira de tiempo. El periodista debe señalar ese doble rasero para que la ciudadanía se dé cuenta. Ser una buena persona es estar preocupándose de eso. Esa información equilibrada de los grandes problemas que tienen que ver con hacer un mundo mejor deberían estar siempre en la agenda mediática todos los días.

¿Demasiadas ruedas de prensa? ¿Demasiada atención a las declaraciones de los políticos?

Claro, y no hay tiempo para contrastar otras informaciones, etc. Ahora se hace una política de declaraciones, no de argumentos, ni de propuestas, ni de acciones. Yo quiero que hablen menos y hagan más, que hagan lo que hay que hacer, que no todo sea con visión electoralista. Hay que informar todos los días de todas esas cosas pero luego debe haber un plano de construcción social que debe estar en la agenda para ver qué sociedad estamos construyendo.

¿Hacia dónde cree que camina el periodismo?

Al periodismo lo que le pasa o lo que le ha pasado es que ha sufrido las consecuencias de la crisis de esta sociedad pasarela, de banalidad y de pasar por encima de los grandes temas, y olvidar realmente su objetivo de servicio. Pero, al mismo tiempo, al estar enviando mensajes, está contribuyendo a ello. Está en el origen y en la consecuencia de la creación de los modelos sociales. Es un momento interesante e importante porque se va a ver hacia dónde deriva todo esto, porque es todo muy incierto.

¿Algún mensaje a los periodistas del presente y del futuro?

Hay que ponerse las pilas en cuanto a decidir que hay que tomar decisiones para remediar lo que pasa. La información es esencial para hacer una sociedad sana y justa, capaz de defender sus derechos. Hay que recuperar una cosa tan obvia como hacer una información veraz, honesta, rigurosa... Hay que decidir si el periodismo es una pata importante de esa construcción social. Esta profesión no es un trabajo, es un compromiso y es una responsabilidad. Hay que decidir sabiendo que es díficil y que los medios convencionales están perdidos, y ahora se debe defender la calidad en la información y educar a la ciudadanía, y exigir en los colegios alfabetización mediática.

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