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84º aniversario del voto femenino. Campoamor y la sororidad

Clara Campoamor.

Paloma Lafuente

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He hablado mucho de ella. De Clara. De su lucha. De sus logros. De las consecuencias políticas de su empeño, de su rabia contenida, de su sufrimiento, de su dignidad. De las consecuencias personales de sus ideas. No me canso de recordarla, de reconocerla. De ella se conoce sobre todo su gran victoria en pro de la igualdad de las mujeres. La posibilidad del ejercicio de un derecho que, hasta el 19 de noviembre de 1933, sólo ostentaban los hombres en este país. El derecho a voto en unas elecciones legislativas.

Y digo que he hablado mucho de Clara, de su magnanimidad como mujer, como persona, como parlamentaria y como ciudadana. Pero también quiero mencionar el papel de sus coetáneas intelectuales, políticas y sindicalistas de esa época.

Campoamor consiguió mucho. Mucho más de lo aparente, que ya es bastante. Se enfrentó a una sociedad que nos consideraba inútiles, incapaces, sin criterio propio.

Una sociedad, unas leyes, una justicia que no nos consideraba seres humanos de pleno derecho, que nos relegaba al ámbito privado y que nos quería sumisas a una sociedad misógina y machista. Algo tan pasado y tan presente.

No todas sus compañeras apoyaron su causa. Sus cercanas cuestionaron el fondo de su reivindicación, no tenían claro que las mujeres estuvieran preparadas para votar en consonancia con lo que se jugaba en ese momento histórico. Pero ella siguió adelante. Si las mujeres habían trabajado, luchado y defendido la República, también debían poder participar de ella con pleno derecho.

Además de Victoria Kent, hubo reconocidas mujeres de la generación de Campoamor que dudaban de la libertad y la autonomía que las mujeres tenían a la hora de ejercer el voto con criterio propio, una de ella fue la escritora y militante comunista Luisa Carnés.

Luisa, de clase obrera, fue defensora de los derechos de las mujeres, pero consideraba que: “Es necesario que la mujer investigue, que hable y que haga por su propia cuenta. Que se emancipe de toda influencia; influencia que, en unos casos proviene de la voluntad del padre; en otro, del marido; del patrono de la fábrica; del jefe de la oficina…”. Recalcaba que “hay que dotar a la mujer de educación política, de la que hoy carece; cuando esta cultura la haya desligado de las influencias, el voto de la mujer tendrá verdadero valor”.

Tanto Luisa como Clara provenían de entornos obreros, de orígenes humildes. Ambas tuvieron que recorrer solas un mundo que no era el suyo y fueron muy buenas en sus profesiones: escritora y jurista. Las dos apostaban por la dignificación de la mujer, en pro de una justicia que equiparara los derechos de ambos géneros.

Con la victoria del Frente Popular, Luisa Carnés y otras muchas mujeres decidieron homenajear a Clara Campoamor, porque “ninguna más que ella supo reclamar, ejercer y obtener los derechos que le correspondían como ciudadana”.

Y es por ello, que en junio de 1936, tributan a Clara Campoamor y organizan “un homenaje por haber promovido la concesión del voto femenino y como firme defensora de los derechos de la mujer. Dicho homenaje consistió en la edición de un folleto donde aparecían las reiteradas intervenciones de la presidenta de la Unión Republicana Femenina de las Cortes Constituyentes, al discutirse la igualdad política y civil de uno y otro sexo”.[1]

Esta iniciativa fue firmada por brillantes y reconocidas mujeres. Entre muchas otras:

María Martínez Sierra, Concha Espina, María de Maetzu, Matilde de la Torre, Matilde Muñoz, Consuelo Berges, Elena Fortún, Matilde Ras, Luisa Trigo, Josefina Carabias, María Teresa de León, Nieves Pi, Magda Donato, Eulalia Vicenti, Carman Karr, Victoria Durán y Luisa Carnés.[2]

Y yo no puedo más que estar eternamente agradecida. Por su ejemplo. El de Clara, y un derecho que consiguió para todas a pesar de las duras consecuencias. Y el del resto de sus coetáneas, que no teniendo claro la prioridad del sufragio femenino supieron ser una auténtica manada y demostrar un ejercicio de sororidad con Campoamor. Sororidad que hemos ido heredando las feministas. Las de ayer y las de hoy.

Y es que hay legados tan imprescindibles, que después de 84 años, son más actuales que nunca. Gracias a todas por ser y existir. Nunca seríamos si no hubierais sido.

[1] El Sol (Madrid), 11 de junio de 1936, p.4: “ Edición de un folleto. Homenaje a Campoamor”

[2] Tea Rooms. Mujeres Obreras, p. 233, Edit. Hoja de Lata.

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