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Juan José Téllez: “Si un político no sale en el Carnaval de Cádiz, no es nadie”

Juan José Téllez posa en la calle San Francisco de Cádiz.

Francisco J. Jiménez

Alea iacta est. Ya se conocen los ganadores del COAC (Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas) y el presidente del jurado, Juan José Téllez, puede respirar tranquilo. Ha sido una edición de un nivel alto en el que ha habido cierta coincidencia en que el fallo del jurado no ha sido tal porque ha acertado, al menos, en la difícil elección de las agrupaciones finalistas.

Téllez, periodista y escritor, y actual director del Centro Andaluz de las Letras, ha vivido una experiencia nueva y afirma haber quedado satisfecho: “He aprendido mucho con una faceta cuyas tripas desconocía porque aunque yo vengo cubriendo de distintas maneras el concurso del Carnaval de Cádiz desde el año 83, nunca había experimentado abordarlo de puertas para dentro. Ha sido un reto el hecho de ofrecer un veredicto con la mayor ecuanimidad posible sobre la creatividad y espontaneidad de esta fiesta. No todo son números, también hay que calibrar la carga de humanidad, de entusiasmo y de compromiso que lleva el repertorio de cualquier agrupación”.

Para los no iniciados, hay que remarcar que el presidente del jurado no vota directamente, sólo supervisa esa gestión y tiene, eso sí, que realizar el proceso de selección de los miembros: “El presidente se limita a reunir al jurado, a hacer el casting y a opinar de tarde en tarde, y no siempre se le hace caso (risas). El acierto o desacierto radica en buscar a la gente adecuada para desarrollar la misión. Como los doce del patíbulo, pero sin tiros. Hay gente a la que he conocido el primer día que nos reunimos y otros a los que conozco de toda la vida. He buscado diferentes perfiles y creo que hemos cumplido con nuestro cometido”.

Ha sido una edición en la que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, se ha llevado las mayores críticas. “Este año ha habido un equilibrio entre los temas domésticos y la crítica política. Ha habido tanto mannequin challenge como críticas a los poderes políticos del país”, resume Téllez.

Como en otras ocasiones, los autores se han centrado en cargar contra las gestiones que van más allá de las murallas locales. “Hay una cierta propensión a minimizar las críticas a los alcaldes y alcaldesas que ha tenido la ciudad al plano estrictamente físico y la carga no suele ser con respecto a su gestión. Al Kichi lo único que se le ha reprochado en un año y medio de mandato ha sido la iluminación de Navidad y la forma de sus orejas. A Teo lo más fuerte que se le dijo en 20 años es que hasta el nombre lo tenía feo, cosa que no es cierto. Hay una especie de cordialidad hacia los alcaldes. Eso no pasa con la presidencia de la Junta o del Gobierno central, donde las críticas son más duras. Es una complicidad de paisanaje y no de subordinación política”.

Lo que no gusta mucho a los carnavaleros es recibir críticas por parte de la prensa y por eso resulta curioso que el presidente del jurado haya sido un periodista. Téllez tiene en este tema, como en todos, una visión muy clara: “Si lo normal es que al jurado le digan cabrón, siendo periodista, cabrón dos veces (risas). Bartolomé Llompart decía que el Carnaval era periodismo cantado. A veces se olvida a algunos autores que el periodismo también es Carnaval y que los medios de comunicación, por muy críticos que sean, son cómplices de la fiesta. Lo mismo que hay libertad de expresión para las agrupaciones, y espero que nunca falte, también hay que exigir el derecho de que un medio se exprese libremente. Hay ocasiones en las que se sienten propietarios del uso de la libertad de expresión cuando es un derecho colectivo”.

Téllez conoce al alcalde, José María González, desde hace años y fue, precisamente, cuando desarrollaba su labor carnavalera: “Lo conocí cuando era comparsista. Nunca se sabe si ha sido una pérdida para el Carnaval o si su retorno al Carnaval será una pérdida para la política, eso lo dirá la historia”.

En las redes sociales se ha comprobado cómo algunos políticos con cargos nacionales han estado pendientes de las letras que aparecían en el Carnaval gaditano para usarlas como arma arrojadiza contra sus rivales. Téllez no duda de la trascendencia de esta fiesta: “A los políticos los que les molesta es no aparecer en las letras porque les reduce la visibilidad. Que una agrupación se acuerde de ti da la medida de la trascendencia pública que tienes. Antes se decía que quien no aparecía en la revista Time no era noticia, pues algo así pasa: si no sales en el Carnaval de Cádiz no eres nadie”

“Escuchábamos el carnaval por la radio como el que oía la Pirenaica”

Ha vivido profesionalmente tres décadas de esta fiesta y ha visto su evolución. Este año se cumplían 40 años de la recuperación popular de esta tradición, que fue Maniatada por la dictadura: “Como diría Serrat, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. La fiesta se ha ido transformando. Recuerdo el año de 'Los dedócratas', que actuaron en las escalinatas de la plaza Fragela. Fue el gran símbolo de que las fiestas típicas morían y nacía algo nuevo. Hasta entonces había estado vetado al teatro, a escucharlos por la radio. Lo oíamos como el que oía la Pirenaica. Cuando las agrupaciones salieron del gueto de los restaurantes de pago para cantar en la calle fue un signo de que algo cambiaba”.

Ahora que esta fiesta tan gaditana se ha universalizado a través de los medios de comunicación y de internet, Téllez subraya ese deseo constante de mantener las raíces pese a todo: “A trancas y barrancas se mantiene la esencia. Una cosa es el Carnaval de intramuros y el que trasciende más allá de la ciudad. Hay un Carnaval cuyo registro es muy localista y que no tiene tanto eco fuera como el que tienen algunas agrupaciones con repertorios más abiertos a otras latitudes. Los gaditanos somos muy cantonalistas y nos gusta mucho la chirigota rancia. Afortunadamente se está produciendo un mantenimiento de ese estilo. La chirigota clásica mantiene la elegancia y el borderío al mismo tiempo y hacerlo con claves internas de la ciudad es casi una contraseña de una secta”.

El periodista recuerda “tiempos más ingenuos con los pregones modestos de Fernando Quiñones vestido de emperador romano con unas mojarritas en vez de laureles o Carlos Edmundo de Ory vestido de Mefistófeles o el de Cantiflas. Las agrupaciones siempre vivieron de lo que podían sacar cantando, pero no era lo mismo cantar en el reservado de un restaurante bien del Cádiz de la época a hacerlo como ahora con giras por toda la geografía española. Es sorprendente que una agrupación, más allá de la puntuación que haya obtenido, pueda hacer un circuito. Es algo formidable aunque sea precario. El Carnaval es de las pocas factorías de trabajo que queda en Cádiz”.

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