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Primera noche de acampada universitaria propalestina en Madrid: “Es urgente que el movimiento estudiantil despierte”

Un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense en su tienda de campaña, este martes.

Andrea García Baroja

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Más de cien tiendas de campaña han ocupado esta noche el césped frente al edificio de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. Los alumnos de las principales universidades públicas de la capital protestan contra la matanza de civiles en Gaza y se unen a las concentraciones internacionales que piden un alto el fuego en la Franja y a los Gobiernos cortar sus lazos políticos y económicos con Israel.

A las diez de la noche ya estaban todas las tiendas montadas, algún corrillo alrededor de las guitarras y se anunciaba la cena. “Chicos, hay seis personas que habían pedido cena vegana, pero solo han venido dos”, anuncia una joven por megáfono. “Cuando se sirvan todas estas empezamos con la comida para todos”, añade. Un grupo de alumnos se acerca a las mesas, otros muchos han traído la comida de casa: tortilla de patata, empanada de supermercado, macarrones.

Reunidos alrededor de un par de velas, una guitarra y una flauta travesera, varios jóvenes corean No dudaría, Soldadito Boliviano y El aire de la calle. Son el grupo más animado del campamento. Los voluntarios del punto de información, justo al lado del punto violeta, muestran a los recién llegados las zonas habilitadas para la acampada y discuten sobre el horario de los aseos de las bibliotecas. Necesitan ir a lavarse los dientes. Todos ellos llevan gritando consignas políticas desde por la mañana. Han convocado una manifestación a las 19:30 de la tarde, a la que han acudido unas 200 personas, también profesores y personal universitario. 

“Es absolutamente urgente que el movimiento estudiantil despierte y empiece a haber una movilización masiva que contagie también a otros sectores”, dice Natalia, estudiante de la Complutense y representante estudiantil en la Facultad de Ciencias Políticas. La concentración la ha convocado el Bloque Interuniversitario por Palestina y reúne a alumnos de la Universidad Autónoma, la Universidad Complutense, la Universidad Carlos III de Madrid y la Universidad Rey Juan Carlos.

Es absolutamente urgente que el movimiento estudiantil despierte y empiece a haber una movilización masiva que contagie también a otros sectores

Natalia, estudiante

En el campamento improvisado ondean decenas de banderas palestinas, y las organizaciones han colgado carteles demandando a los rectores que supriman cualquier tipo de convenio con Tel Aviv. “Estamos intentando llamar la atención para, con todas nuestras fuerzas y dentro de lo que podemos, aportar nuestro granito de arena y acabar con el genocidio que se está produciendo ahora en Gaza”, cuenta Sonia Camacho, representante del Bloque Interuniversitario. Daniel Maire-Richard, también portavoz de la acampada por Palestina de Madrid, afirma que su intención es “sumarse a la ola de solidaridad internacionalista” que se extiende desde Estados Unidos a otras muchas capitales europeas. “Creemos que no nos podemos quedar callados mientras nuestras universidades y nuestros gobiernos están colaborando con el genocidio”, asegura el joven.

“Hay un genocidio terrorífico del que nuestro Gobierno es cómplice, y del que también son cómplices nuestras universidades. Y ya van más de 40.000 personas palestinas asesinadas”, expresa Natalia. “No vamos a parar hasta que las Universidades rompan todo tipo de vínculos, tanto con el Estado de Israel, como con los centros educativos, como con las empresas que forman parte del Consejo de Gobierno y que tienen acciones en empresas armamentísticas”, asegura.

La duración de la acampada es, de momento, indefinida, y los chicos esperan que se una más gente en los próximos días. La realidad es que lo tienen todo bien estructurado. Han traído decenas de sillas de Decathlon, han dispuesto garrafas de agua para todos en la entrada y bolsas de basura en cada esquina. Mantienen reuniones de logística y han habilitado un área de estudio con mesas para los alumnos que necesiten trabajar. “Estamos en temporada de exámenes”, explican. De no ser por la motivación claramente reivindicativa y política, la distribución de las tiendas bien podría asemejarse a la de un festival de música de verano.

No nos valen los gestos vacíos y las palabras vacías. Todo el mundo sabe que se está cometiendo un genocidio. Lo estamos viendo en directo

El consejero de Universidades de la Comunidad de Madrid, Emilio Viciana, anunció este lunes que planea convocar a los rectores para pedirles que mantengan “la política fuera de las aulas”. “Desde luego nos parece inadmisible. Nosotros siempre defendemos que la política debe quedar fuera de las aulas. Desde la Comunidad de Madrid vamos a hacer todo lo posible para que esto sea así”, advirtió, justo en el momento en el que comenzaban a compartirse por redes las reivindicaciones de parte del estudiantado madrileño.

Desde el Gobierno central se ha mostrado, por otro lado, apoyo a la campaña estudiantil. “Como ministra de Universidades tengo que mostrar mi orgullo por los estudiantes universitarios de nuestro país que tienen pensamiento crítico y que lo ejercen y lo transmiten a la sociedad a través de las universidades y de los espacios públicos”, señaló ayer la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant.

Aun así, a los jóvenes que se reúnen en el campus, las palabras del Ejecutivo les saben a poco. “Le pedimos al Gobierno que rompa relaciones con Israel y que ponga fin al comercio de armas”, dice Maire-Richard. “No nos valen los gestos vacíos y las palabras vacías. Todo el mundo sabe que está cometiendo un genocidio. Lo estamos viendo en directo”, añade.

Después de la cena, algunos estudiantes organizan un torneo de cartas. “Vamos a jugar a pueblo duerme. ¿Quieres?”, preguntan. Mientras, otros 'juegan al tetris' para ver cómo duermen. La mayoría de tiendas son individuales, aunque varias parejas se empeñan en demostrar que caben. Otras son tan grandes que sus ocupantes pueden permitirse el lujo de decorar las paredes interiores con banderas palestinas. Alrededor de las 23.00 de la noche aprieta el frío, se levanta el aire y los presentes comparten sudaderas y mantas.

— ¿Os puedo sacar una foto?

— Sí, total, mis padres ya me han visto en la tele.

La diferencia de celeridad entre el conflicto de Ucrania y Rusia y el palestino-israelí para romper las relaciones con otras Universidades irrita a muchos de los reunidos en el campus. Aseguran que “con Rusia no dudaron” y que, en este caso, les dicen “que es imposible”. “No notamos la misma reacción, ni por parte de las universidades, ni por parte del gobierno, ni por parte de los medios”, dice Camacho. Algunos alumnos denuncian además represión del movimiento propalestino por parte de los rectorados. “En la Universidad Carlos III se han hecho manifestaciones pidiendo la ruptura de relaciones con Israel, y la universidad ha contestado con un protocolo que prohíbe a las asociaciones criticar a la universidad y limita todas sus actividades a la lealtad institucional”, asegura Maire-Richard.

Cuando el movimiento estudiantil se levanta contra la represión y contra el imperialismo, es capaz de contagiar a otros sectores

Las acampadas propalestinas en Estados Unidos —que comenzaron en la Universidad de Columbia y dejan ya más de 2.500 detenidos en el país— han llegado a Berlín, Ámsterdam o París. En España comenzaron en Valencia, a la que se unieron Barcelona y Euskadi, y ahora Madrid. “Para mí es un punto de inflexión”, afirma Natalia. “Llevamos muchos años sin ver al movimiento estudiantil actuar a nivel internacional, pero la historia ya nos ha mostrado que, cuando el movimiento estudiantil se levanta contra la represión y contra el imperialismo, es capaz de contagiar a otros sectores”.

“Hoy el movimiento estudiantil madrileño ha entrado en acción. Ya forma parte de esta oleada internacional de una generación que dice que no, que no se va a quedar mirando por las redes sociales cómo ocurre un genocidio”, se despide Natalia. Las voces y las canciones comienzan a acallarse a las dos de la madrugada. La mayoría de los manifestantes se encuentra en su tienda, quedan solo algunos grupos de amigos apurando el último cigarro. “Venga, mañana más”, dicen.

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